La poesía de Szymborska se escuchó en Caracas
El pasado sábado, 10 de noviembre, La Poeteca realizó un homenaje a Wislawa Szymborska, la gran poeta polaca. Kira Kariakin, Rafael Castillo Zapata y Ricardo Ramírez Requena se encargaron de hablar sobre la vida Szymborska y leer parte de su obra, que a fin de cuentas es el mejor homenaje que puede hacerse a un autor.
Ricardo Ramírez Requena, director de La Poeteca, abrió el evento con una síntesis de la vida de Szymborska: contexto histórico, anécdotas de su cotidianidad y breve análisis de su obra, palabras que fueron el preámbulo adecuado para que el poeta, crítico literario y ensayista Rafael Castillo Zapata leyera algunos poemas de esta recordada artista.
Kira Kariakin, poeta y editora, también leyó varios poemas de Szymborska y compartió un video en el que la misma autora lee una de sus obras; este fue un momento muy emotivo, porque apreciar un poema con la entonación de su propio creador tiene una connotación distinta: es la propia voz poética materializando la obra.
Además de los invitados, estuvo presente una delegación de la Embajada de Polonia en Venezuela y un público deseoso de celebrar a una de las personalidades más destacadas de la poesía mundial.
Para 2019, La Poeteca tiene previsto repetir este tipo de eventos con otros poetas polacos, cuya importancia en el ámbito de la poesía universal se amplificó luego de la II Guerra Mundial y continúa hasta nuestros días.
A continuación, transcribimos las palabras que pronunció Ricardo Ramírez Requena sobre Szymborska al comienzo de este evento:
Wislawa Szymborska: una poeta mayor
La poesía, y la figura de Wislawa Szymborska se hacen más grandes mientras pasa el tiempo. Fallecida hace seis años, sobrevivió a dos grandes de la poesía polaca como Herbert (1998) y Milosz (2004). Es, además, la única mujer del gran cuadro de poetas polacos de la posguerra. Su obra se lee con fervor no solo en Polonia, sino en numerosas lenguas. En español, las traducciones y publicaciones, existentes desde que recibió el premio Nobel de Literatura en 1996, no han dejado de ampliarse en España, México o Venezuela. Es gracias a este gran premio que logra llegar con fuerza ante nosotros. Antes, había recibido premios europeos de gran valía y prestigio, como el Herder o el Goethe, además de un doctorado honoris causa en su patria natal, pero, lo sabemos, eso no siempre es suficiente para que las obras trasciendan las esferas naturales de influencia de las mismas. Y bueno, aquí nos encontramos, en un país del otro lado del Atlántico, con costas caribeñas, rindiendo un homenaje a la gran poeta de Polonia.
Szymborska nació en 1923, pero ya en 1929 hizo de Cracovia su ciudad. Casi no salía de sus límites. No le gustaba viajar. Como pocos poetas en el siglo XX, ella bajó su ancla en la ciudad antigua de la cultura polaca, y no la subió más. Es un caso poco común para un artista del siglo pasado, signado por grandes migraciones, por idas y venidas, por exilios y regresos. Además, se hizo común el criterio de que un poeta debía ir a los centros culturales del mundo. Así, vemos el recorrido europeo de Rilke, o a Ingeborg Bachmann en Roma, por citar dos casos. Su destino no fue el del exilio de Milosz o el de los viajes del escritor reconocido, que vemos en Herbert. Como Pessoa o como Cadenas, se movió poco de su lugar.
La vida de Szymborska todavía es desconocida para muchos. No es la vida de Malraux, digamos. En Cracovia conoció a los dos grandes amores de su vida; allí trabajó escribiendo siempre. En su ciudad, devolvió su carnet del partido comunista en solidaridad con Kolakowski, expulsado del partido y de la Universidad de Varsovia, filiación política que abrazó con fervor en su juventud, pero de la que se distanciaría hasta dejar por fuera de su obra destacada los primeros dos libros. Allí observó los profundos cambios en su país, a raíz del nombramiento de Karol Woityla como Papa en Roma, o el gran movimiento social y político que significó Solidaridad. Su vida fue sencilla, sin grandes papeles políticos e incluso culturales: no fue una poeta del apparachnik, ni gozó de grandes beneficios más allá de aquellos que recibían los escritores en la Polonia comunista.
Una mujer común, dirían algunos. En el prólogo de la antología poética de la editorial Visor, leemos lo siguiente:
A Wislawa Szymborska le encantaba Vermeer y el kitch. Leía a filósofos y revistas de mujeres. Era cinéfila, admiradora de Woody Allen y también gran seguidora de culebrones brasileños, y lo reconocía públicamente. Salvo excepciones (el Museo de Botones que le encantó), los museos la aburrían. Le gustaba viajar a lugares cuyos nombres le parecían curiosos sólo para fotografiarse junto a los letreros (hay imágenes de ella fotografiada juntos a letreros tales como Neanderthal). Era muy amiga de sus amigos, que recibía en casa a menudo aunque no le gustaba cocinar (a la historia pasó una cena en su casa durante la cual a cada comensal entregó su predilecta sopa de espárragos en sobre y un jarrón de agua caliente, o alitas de pollo de Kentucky Fried Chicken previamente congeladas).
Eso, una mujer común, sencilla. Una persona común. Pero esta persona común tenía el don de la poesía y el de escribir una de las obras más curiosas y únicas de los últimos cien años.
La poesía de Szymborska destaca por el humor, la ironía, la lucidez. Tres elementos que muestran a una persona inteligente. Pero su humor, no es el humor del chiste fácil o el de la carcajada; su ironía, no es punzante y dura (podemos pensar en Rosiewicz, por ejemplo); y su lucidez no se expresa mediante el tono áulico que podemos encontrar en otros poetas. Tampoco siguió las últimas modas de la poesía o las reivindicaciones de las vanguardias europeas más atrevidas.
Atea en uno de los países más católicos del mundo, la poesía de Szymborska nos recuerda a veces al Padre Brown, de Chesterton. Esa distancia silenciosa. Ese silencio cotidiano de los días. Esa extraña humildad.
En el estudio que encontramos al principio de la edición de El gran número. Fin y principio y otros poemas, de la editorial Hiperión, firmado por Malgorzata Baranowska, encontramos lo siguiente:
El sentido del humor de Szymborska constituye una categoría particular, irrepetible en la literatura polaca. Quizá deberíamos decir más bien que se trata de una nueva categoría en la literatura en general. Su sentido del humor es el resultado de la combinación de una paradoja filosófica muy refinada y de un lenguaje inusualmente sencillo en el que abundan expresiones de lo más corriente… La poeta habla en el lenguaje de cada día, evoca muchos detalles que rodean al hombre, pequeños fragmentos de la naturaleza como plumas de ave, nubes o gotas de lluvia. Pero estas partículas encuentran siempre un espacio mayor en el cosmos entero, en la tierra, en la naturaleza, en la vida. Su poesía atañe a los problemas más importantes de la vida y la muerte, pero presentados de una manera infinitamente sencilla.
En su discurso de Estocolmo, al recibir el Premio de la Academia Sueca, (se llama El poeta y el mundo), encontramos estas palabras luminosas, luego de referirse a la condición del poeta en el mundo contemporáneo, y destacar el lugar en ese contexto de alguien como Joseph Brodsky, quien fue declarado en su juventud parásito “porque no tenía la certificación oficial de que le era permitido ser poeta”:
En países más felices, en los que la dignidad humana no se puede pisotear tan fácilmente, los poetas anhelan ser publicados, leídos y comprendidos, pero no hacen nada o casi nada para destacar de entre los demás en la vida cotidiana. No hace tanto, en las primeras décadas de nuestro siglo, a los poetas les gustaba llamar la atención con ropas rebuscadas y con un comportamiento excéntrico. Esto, sin embargo, era siempre un espectáculo de cara al público. Llegaba el momento en que el poeta cerraba tras de sí la puerta, se quitaba de encima todas las capas, bisutería y otros accesorios poéticos, y se quedaba en silencio, en espera de sí mismo, ante una hoja en papel en blanco. Porque es esto lo que en verdad cuenta.
Sigue más adelante, luego de reflexionar sobre la inspiración (“la inspiración, sea lo que sea, nace de un constante ‘no sé’”):
Por eso tengo en tan alta estima dos pequeñas palabras: “no sé”. Pequeñas pero con potentes alas. Que nos ensanchan los horizontes hacia territorios que se sitúan dentro de nosotros mismos y hacia extensiones en las que cuelga nuestra menguada tierra. Si Isaac Newton no se hubiera dicho “no sé”, las manzanas del jardín hubieran podido caer ante sus ojos como granizo y él, en el mejor de los casos, se había inclinado a recogerlas para comérselas con apetito.
Si mi compatriota María Skkodowska-Curie no se hubiese dicho “no sé, probablemente se hubiera convertido en profesora de Química en un pensionado de señoritas de buena familia y en este, por otra parte respetable, trabajo había transcurrido su vida. Pero ella se dijo “no sé” y fueron exactamente estas dos palabras las que la condujeron, y no una sino dos veces, a Estocolmo, donde se galardona con el premio Nobel a las personas de espíritu inquieto en constante búsqueda.
Asimismo, el poeta, si es un poeta de verdad, tiene que repetir sin descanso “no sé”. En cada poema intenta dar una respuesta pero, no bien se ha puesto el último punto, ya le invade la duda, ya empieza a darse cuenta de que se trata de una respuesta temporal y absolutamente insuficiente. Así pues lo intenta otra vez, y otra, y más tarde estas pruebas consecutivas de su descontento con respecto a sí mismo los historiadores de literatura las sujetarán con un clip muy grande y las denominarán sus “logros”.
Así, vemos cómo piensa y siente Szymborska al mundo y lo que la rodea. Esta es ella, o una parte importante de lo que la define. Una mujer sencilla, corriente quizás. Escuchemos palabras finales de su discurso del Nobel:
…en el lenguaje de la poesía, donde cada palabra se mide, nada es ya normal y nada es corriente. Ninguna piedra y ninguna nube sobre ella. Ningún día y ninguna noche tras él. Y por encima de todo, ni siquiera la existencia de nadie en este mundo.
Nada es normal y nada es corriente, nos dice nuestra poeta.
Ahora, escuchemos su voz en algunos de sus poemas más destacados y relevantes, y los comentarios sobre ellos.
Bienvenidos al homenaje a Wislawa Szymborska.