Rafael Castillo Zapata llega con sus collages a La Poeteca
A partir de este viernes 7 de junio quedó inaugurado en la sala de lectura de Fundación La Poeteca el Espacio Presente Continuo con collages del poeta, docente y artista visual Rafael Castillo Zapata.
Con el título de «Intervenciones. Postcards à deux» se muestran doce postales de museos «perturbadas por intromisiones indebidas de mi mano: gesto paródico y paradójico de apropiación y celebración de la pintura en dos pintores que sigo y persigo: Picasso, Matisse».
Para el poeta intervenir una imagen es alterarla: «interrumpir su unidad o su continuidad, su forma de manifestarse, su darse a ver».
Castillo Zapata es autor de imprescindibles libros de poesía y ensayo como «Árbol que crece torcido» y «Fenomenología del bolero», y de una trilogía de diarios englobados bajo el título de «Tratados»: «Diarios. I: la tentación de escribir», «Diarios. II: las palabras y los días» y «Diarios. III: la alienación necesaria».
En una entrevista con Alejandro Sebastiani Verlezza en el portal Prodavinci en 2014, Rafael Castillo Zapata afirmaba que quizá el collage sea una forma de leer el mundo. Decía: «El collage es otra de las cosas que se me han dado, como la escritura, como la docencia (cosas no buscadas, sino encontradas): un buen día me vi emulando a Schwitters, a quien no dejo de reverenciar (no sólo por sus collages, sino por toda su poética maravillosa de lo residual, por sus Merzbau, una de las experiencias estéticas y humanas más emocionantes de nuestra modernidad), y me fueron saliendo, pues, collages. Siempre he sido un curioso impertinente, un goloso que ha querido probar y tomar parte de todas las artes, y en todas he picoteado un poco. Y así me he visto jugando a armar constelaciones con pedazos de papel sobre una superficie. Ahora que me dedico con disciplinada fidelidad a la escritura de mi diario, he ido encontrando cada vez más correspondencias entre esta actividad y la de hacer collages: en ambos casos uno trabaja con fragmentos y da lugar a disposiciones discursivas aleatorias, intempestivas, rapsódicas. Dos prácticas de escritura han acompañado siempre mi experiencia del collage: la tirada de dados que no abolirá el azar de Mallarmé y el ideal de una escritura hecha de puras citas sin mediación, simplemente yuxtapuestas, confrontadas en una danza de contactos reverberantes y secretos, que alimentó Benjamin y que dejó encarnado en el vertiginoso maremágnum de El libro de los pasajes. Por otra parte, sin ninguna formación técnica en artes plásticas, yo he entrado en el mundo del collage por puro gozo lúdico, como experiencia de expansión anímica, por pura intuición y por pura emulación dichosa de lo que he visto y me ha fascinado: Schwitters, por supuesto, pero luego Hanna Höch y Max Ernst, Jean Arp, algunas piezas de cámara deliciosas de Braque, Luisa Ritcher, hasta cierto Antoni Tápies… En fin, con los collages, como con la escritura, yo lo que hago es divertirme».